lunes, 3 de septiembre de 2007

Poemas

Poemas Sueltos, I. La primera referencia grecolatina se encuentra en [7] «Soneto lunario» [10]:

«Y en una alberca
-arcón donde la luna es tul de plata-
cae la Leda lunar como una joya» [11].

El tema de Leda está presente asimismo y por última vez en la poética hernandiana en el debut impreso de Miguel como vate, es decir, en la composición «Pastoril», fechada «[e]n la huerta» el 30 de diciembre de 1929, que vio la luz en El Pueblo de Orihuela [12] y que se ha incluido también en los Poemas Sueltos, I [38]:

«Junto al río transparente
que el astro rubio colora
y riza el aura naciente,
llora Leda la pastora.

De amarga hiel es su llanto.
¿Qué llora la pastorcilla?
¿Qué pena, qué gran quebranto
puso blanca su mejilla?

¡Su pastor la ha abandonado!
A la ciudad se marchó
Y solita la dejó
A la vera del ganado.

¡Ya no comparte su choza
ni amamanta su cordero!
¡Ya no le dice: «Te quiero»,
y llora y llora la moza!» [13].


Himno en honor a Afrodita

¡Oh, tú en cien tronos Afrodita reina,
Hija de Zeus, inmortal, dolosa:
No me acongojes con pesar y tedio
Ruégote, Cripria!
Antes acude como en otros días,
Mi voz oyendo y mi encendido ruego;
Por mi dejaste la del padre Jove
Alta morada.
El áureo carro que veloces llevan
Lindos gorriones, sacudiendo el ala,
Al negro suelo, desde el éter puro
Raudo bajaba.
Y tú ¡Oh, dichosa! en tu inmortal semblante
Te sonreías: < ¿Para qué me llamas?

¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué padeces hora?

-me preguntabas-

> ¿Arde de nuevo el corazón inquieto?
¿A quién pretendes enredar en suave
Lazo de amores? ¿Quién tu red evita,
Mísera Safo?
>Que si te huye, tornará a tus brazos,
Y más propicio ofreceráte dones,
Y cuando esquives el ardiente beso,
Querrá besarte>.
Ven, pues, ¡Oh diosa! y mis anhelos cumple,
Liberta el alma de su dura pena;
Cual protectora, en la batalla lidia
Siempre a mi lado.


Poema I. Catulo se lamenta por el sufrimiento que padece Lesbia ante la muerte de su tan amado pajarillo

Lugete, o Veneres Cupidinesque,

Et quantum est hominum venustiorum.

Passer mortuus est meae puellae,

Passer, deliciae meae puellae,

Quem plus illa oculis suis amabat:

Nam mellitus erat suamque norat

Ipsam tam bene quam puella matrem

Nec sese a gremio illius movebat,

Sed circumsiliens modo huc modo illuc

Ad solam dominam usque pipiabat.

Qui nunc it per iter tenebricosum

Illuc, unde negant redire quemquam.

At vobis male sit, malae tenebrae

Orci, quae omnia bella devoratis:

Tam bellum mihi passerem abstulistis.

O factum male! o miselle passer!

Tua nunc opera meae puellae

Flendo turgidoli rubent ocelli.

¡Oh amores y anhelos,

Y cuantos hombres existáis sensibles a la belleza,

Lamentaos! Ha muerto el gorrión de mi amada,

Su gorrión, deleite de mi niña

Al que cuidaba más que a sus propios ojos.

Era más dulce que la miel y conocía a su dueña

Tan bien como conoce una niña a su propia madre,

Y, sin alejarse jamás de su regazo,

Piaba sin cesar para nadie más que para ella,

Mientras saltaba a su alrededor de acá para allá.

Ahora marcha por un camino de sombras,

Hacia un lugar del que se niega que exista retorno.

Yo os maldigo, siniestras tinieblas del Orco,

Que devoráis todo lo bello:

¡Tan hermoso era aquel que me habéis arrebatado!

¡Oh desdicha! ¡Pobrecillo pájaro!

Ahora lloran por vuestra culpa

Los enrojecidos e hinchados ojos de mi amada.

Poema II Catulo invita a Lesbia a vivir y a sentir con él el amor sin complejos y sin ataduras, ya que la vida es muy corta

Vivamus, mea Lesbia, atque amemus,

Rumoresque senum severiorum

Omnes unius aestimemus assis.

Soles occidere et redire possunt;

Nobis cum semel occidit brevis lux,

Nox est perpetua una dormienda.

Da mi basia mille, deinde centum,

Dein mille altera, dein secunda centum,

Deinde usque altera mille, deinde centum.

Dein, cum milia multa fecerimus,

Conturbabimus illa, ne sciamus

Aut ne quis malus invidere possit,

Cum tantum sciat esse bassiorum.

Vivamos, Lesbia mía, ¡amémonos!

Y démosles el valor de un as

A los rumores de los ancianos severos.

Los soles seguirán muriendo y volviendo a nacer;

Pero, una vez que nuestra breve luz se apague,

Sólo nos quedará una noche eterna

Que habremos de dormir.

Dame mil besos, y después cien,

Y después otros mil y otros segundos cien,

Y, sin parar, hasta llegar a mil más, y después cien.

Finalmente, cuando nos hayamos dado tantos miles,

Los dejaremos en el olvido, para no recordarlos,

Y para que nadie sienta envidia

Al saber que entre nosotros hubo tantos besos.

Poema III. Lesbia insulta y maldice a Catulo delante de su marido, pero ello no hace enfadar a Catulo sino que es para él motivo de alegría, porque piensa que es la ira del amor.

Lesbia mi praesente viro mala plurima dicit;

Haec illi fatuo maxima laetitia est.

Mule, nihil sentis. Si nostri oblita taceret,

Sana esset; nunc quod gannit et obloquitur,

Non solum meminit, sed, quae multo acrior est res,

Irata est; hoc est, uritur et coquitur.

Lesbia me ha dicho las mayores injurias en presencia de su marido,

Y ésta es la mayor alegría para él.

¡Mulo, no sabes nada! Si ella callara, olvidada de lo nuestro, estaría bien;

pero, dado que me insulta y me grita todavía,

no sólo me recuerda, sino, lo que es mucho peor,

que está enfadada conmigo, que aún arde y se consume.



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